Confesiones de madre e hija. Andrea Bursten y Francesca Ribero hablan de amor, dolores compartidos y sueños por cumplir

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Si una imagen vale más que mil palabras, esta escena resume perfecto la relación que tienen Andrea Bursten (51) y su hija, Francesca Ribero (22): en plena producción exclusiva para ¡HOLA! Argentina, la productora les muestra un par de vestidos para que decidan con cuál prefieren posar. “Que elija Fran, yo me adapto”, se adelanta la top model, mientras su heredera sonríe encantada. En un rato, cuando se relajen en el comedor del departamento de Palermo en el que viven y se presten a la charla, Andrea se explayará al respecto: “Quiero que se sienta cómoda y, como tengo más cancha, prefiero que elija ella primero. No me gusta el lugar de divismo, jamás estuve en esa posición. Entonces la cuido, quiero que se sienta segura, que esté contenta”. Fran le dedicará: ¡Mamá es muy generosa! Sé lo que me gusta y lo que no, y ella siempre se acomoda”.

–¿Qué sentís con que Fran siga tus pasos como modelo?

Andrea: Me gusta acompañarla. Cuando la empezaron a llamar, me consultó y me pareció que era una buena manera de que entendiera lo que es trabajar, porque ella estudia Interiorismo y le queda un año. Tiene su energía ahí, pero me parecía que si cada tanto probaba, le gustaba y además ganaba plata, era una combinación interesante. Priorizamos su estudio y que se reciba, pero al ganar sus pesos siento que tiene más cuidado al gastarlos.

Fran: Mamá, con su cancha, me da consejos, me dice: “Soltate, creete mil, sonreí, comunicá lo que quieras comunicar”. Es una suerte contar con ella. Además, estoy hace dos años en la agencia LO Management, donde me siento supercómoda porque la dueña, Lorena [Ceriscioli], es amiga de mamá, y me conoce desde siempre. Yo no me animo a cualquier cosa, me cuesta tirarme a la pileta.

–¿Qué es lo que más admira una de la otra?

Andrea: Su perseverancia, su carácter firme, la claridad que tiene para entender lo que quiere e ir a buscarlo y su inteligencia emocional. Es una gran persona, con buenos valores, tiene muchos amigos, que es algo que me impresiona porque es muy requerida y buscada por sus grupos. Ha hecho una evolución personal muy grande.

Fran: Con lo que vivimos por la muerte de papá [Federico Ribero], aprendí a admirar a mamá, cómo pudo salir adelante sola y siendo tan joven, con dos chiquitos. Si quería llorar nosotros no la veíamos, nos cuidó un montón y le estoy muy agradecida. Los tres salimos adelante. Ella es mi madre, pero también mi amiga, nos entendemos y acompañamos, y así como yo le pido consejos, ella a veces también me los pide a mí. Nos complementamos, hay confianza.

–¿También se consultan en cuestiones del corazón? En tu caso, Andrea, a partir del verano se te empezó a ver con Cochito López.

–Salimos un tiempo, pero hoy estoy sola. A mis hijos lo único que les importa es que yo esté bien. Después, me gustaría que ellos estén de novios, pero los veo bien, en un camino interesante.

Fran: Ella nos pregunta y escucha. Y para nosotros lo principal siempre es que esté contenta. En mi caso, yo estoy solterísima, tuve una relación de dos años y medio, pero corté hace un año. Estoy tranquila, disfrutando de salir, de estar con mis amigas y a veces me encanta estar sola, cocinar, mirar una peli.

–¿Qué planes comparten?

Andrea: Salimos a comer, a veces solas o con mis amigos. Nos gusta viajar, salir de compras. Aprendo mucho de Fran, esta es una generación más abierta, más fresca en algún sentido. Es una chica muy sensata, muy inteligente emocionalmente. Me gusta mucho hablar con mis dos hijos [Stefano, o Fefo, como llaman a su hijo menor, tiene 19]. Fran: Cuando viajamos las dos queremos ir a museos, a shoppings y como estoy más en lo que se viene me gusta sugerirle que se compre alguna cosa. Pero también hacemos programas con Fefo, como ir al cine, salir a comer, jugar al ping pong o charlar sobre mi viejo.

FEDERICO, POR SIEMPRE EN SUS CORAZONES

–Van a cumplirse once años de la muerte de Federico. Más allá de lo doloroso de su ausencia, ¿qué es lo que más te preocupaba, Andrea?

–Tenía mucho miedo de no poder con la situación. Transitar el dolor y al mismo tiempo ocuparme de dos chicos que también estaban transitando su dolor fue complejo. Pensá que Fefo tenía apenas 8 y Fran, 11. Tuve mucha ayuda, recibimos mucho amor. Una vez, yo estaba muy angustiada y un amigo me dijo: “Andy, día a día”. Había pasado un mes. Y es algo que me quedó. Durante mucho tiempo el día a día fue muy importante, ir reconstruyéndonos como individuos y como familia. Y entender que había que seguir adelante. Era mi obligación como adulta y el legado que Fede me había dejado. Fue mucha responsabilidad empezar a manejar la empresa que me había dejado, la economía de la casa, los chicos y las tomas de decisiones sola. Si puedo sacarle algo positivo a la desgracia que tuvimos que pasar es que siento que evolucioné en muchos aspectos: espiritual, intelectual, como madre… Siento que sigo creciendo, voy aprendiendo y esta es mi mejor versión.

–¿Cómo es esa búsqueda espiritual?

Andrea: Tiene que ver con un poco de todo. Hay un poco de religión, otro poco de lectura, de conectar gente que está en la misma que yo, o charlar con algún rabino, meditar, la música, que me encanta. De hecho, hace un año y medio estoy aprendiendo a tocar la guitarra, que lo tenía pendiente. Un amigo músico me recomendó un profesor, viene una vez a la semana y yo me siento a practicar una hora diaria. Siempre me gustó la música, es un momento de disfrute. Cuando sale un acorde lindo y puedo acompañarme cantando, es la felicidad total.

Fran: A todos nos gusta la música, con Fefo no nos sumamos a la guitarra, pero vamos a comprar un teclado para aprender los tres.

Andrea: Once años es un montón y al mismo tiempo es nada. Si bien los chicos están grandes, estoy dedicada a ellos, quiero terminar de encaminarlos, tengo 51 años, estoy realizada, a pesar de que hay cosas que quedaron truncas en el camino. Hoy necesito verlos crecer, encontrar lo que les hace bien y les dé felicidad. Ahí está mi foco.

Fran: Papá era una persona espiritual y muy especial, llegaba al corazón de la gente, un pibe muy querido, siento de alguna manera que sigue vivo porque la gente lo recuerda con mucho amor. Yo era chica cuando murió, pero heredé cosas de él. Físicamente me parezco a mamá, pero de actitud creo que a papá, muy perseverantes, muy sociables los dos.

–¿Tienen algún ritual para su aniversario?

Andrea: Vamos al cementerio. El año pasado armé como una juntada, en donde el que quería hablaba y contaba algo de Fede. Los chicos le dejan rosas blancas, yo rojas, a veces pongo música y le pido que nos cuide, que desde donde esté me dé una mano. Es muy difícil terminar de cerrar las ausencias, sobre todo porque Fede se perdió todo de nuestros hijos. Alguna vez flasheamos con Fede la fiesta de 15 de ella y no estuvo, o cuando terminaron el colegio tampoco estuvo. Esa es la parte que más me duele. La mía la tengo un poco más laburada, pero la parte de mis hijos es una herida abierta, no sé si cerrará algún día. Pero acá estamos. Le meto mucho, no me es natural estar contenta. Me levanto todos los días y apuesto.

LOS SUEÑOS POR DELANTE

–¿Qué sueños tienen por delante?

–En lo profesional, los restaurantes siguen bien. Son seis locales –de Salvador, Francesca y Public–, todos con mi socio Guillermo Reinwick, que es como un socio-hermano-amigo del que aprendí todo, mi gran maestro. Yo necesitaba poner mi cabeza en algo que no fuese la tragedia que habíamos pasado y él estuvo al pie del cañón desde el primer día. Fue un sostén para la familia. También estoy laburando mucho en redes. En lo personal, me quedé con las ganas de la familia. Somos una familia de tres, eso está asumido y estamos bien, pero no tuve mucho tiempo de familia de cuatro.

–¿Te gustaría casarte otra vez?

–No. Ya me casé una vez. No tengo esa necesidad. Me refiero más al concepto de familia, volver a tener un compañero con el que pueda en algún momento formar algo. Quizás cuando los chicos sean más grandes. Después de la muerte de Fede tuve una pareja de cinco años, pero cada uno tenía sus hijos, su casa, sus formas, su economía independiente.

–¿Y vos, Fran?

–Sueño con formar una familia, es mi objetivo, casarme y tener varios hijos, me gusta la casa llena, que haya ruido, que no se sienta el vacío. Pero me falta un montón por vivir y disfrutar, primero quiero viajar, conocer el mundo, estar con mis amigas, ¡lo que la vida tenga para ofrecer! Y, en lo laboral, cuando me reciba, me gustaría hacer algo con muebles, falta mucho en ese mercado, y remodelar un hotel. Me gusta todo lo relacionado con la estética, la moda y el diseño.

–¿Imaginan compartir algún proyecto laboral?

Andrea: Sí, de hecho, estamos con muchas ganas de hacer una línea de ropa deportiva. Tenemos un gusto bastante parecido y ya tuvimos algunas reuniones. Es un lindo desafío trabajar juntas. Fefo también tiene muy buen gusto, le copa la moda, así que si se quiere sumar lo escucharemos.

Fran: Es un proyecto que va a sumar.

–Recién hablaban de estética. ¿Cómo se cuidan?

Fran: Le agarré el gusto a entrenar, me costó al principio, pero mi vieja fue una gran fuente de inspiración. Me hace muy bien además a la cabeza, más allá de que arranqué hace poco terapia. [Piensa]. Está bueno animarse, desafiarse.

Andrea: Entreno cinco veces por semana con un personal, hago pesas, aeróbico, estoy atenta con lo que como. Pero no me cuesta, me gusta cuidarme, hago muchas cosas para estar de la mejor manera posible para la edad que tengo. Y estoy contenta con lo que veo.

Ya es hora de ir redondeando, cada una debe seguir con sus actividades. Se despiden con beso y abrazo. Y con la alegría de que en un rato se reencuentran.

 

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